Para regular nuestras emociones es necesario ser conscientes de la propia experiencia emocional, ya que no podemos modificar algo de lo que no somos conscientes. De todas formas, no sólo es importante reconocer nuestras emociones, sino también poder nombrarlas. Al poner nuestras emociones en palabras, ya estamos regulando nuestras emociones de alguna manera. No es lo mismo sentirnos “mal” que ponerle un nombre concreto (tristeza, miedo o, frustración, por ejemplo).

               Hay personas que tienen dificultades al momento de identificar, describir y poner en palabras sus estados emocionales, incluso dificultad para diferenciarlas de sensaciones físicas, lo que se define como Alexitimia. La Alexitimia está estrechamente relacionada a varios trastornos psicológicos, en especial al estrés postraumático y trastornos de la conducta alimentaria. 

Muchas veces sucede que la dificultad para identificar y describir nuestras emociones se encuentre inhibida por la evitación. Si estamos constantemente controlando y suprimiendo las emociones displacenteras, podemos llegar a perder contacto con los indicadores que nos permitían identificarlas.

La Alexitimia es mucho más frecuente en hombres que en mujeres, lo que nos invita a pensar en el impacto de los roles de género impuestos por la sociedad, asociando la femineidad con lo emocional y, por defecto, desvinculando completamente el componente emocional de la masculinidad. Es decir, se nos impone la idea de que los hombres y las emociones son asuntos separados, y que esta clase de masculinidad es la única posible.

Afortunadamente, la evidencia científica nos indica que la Alexitimia mejora considerablemente tras realizar un tratamiento, en especial si se trabaja sobre la educación emocional. El objetivo del tratamiento es volver a ponerse en contacto con el mundo emocional, tanto las propias emociones como con las ajenas, poder nombrarlas e ir recuperando progresivamente la capacidad de sentirlas.