Los sesgos cognitivos

               Los sesgos cognitivos surgen de una necesidad evolutiva para que los humanos podamos emitir juicios inmediatos y, de esta manera, poder responder a determinadas situaciones o eventos. Dada la complejidad de estas situaciones, eventos o estímulos, nos resultaría imposible procesar toda la información y tomar una decisión al instante, por lo que requiere un filtrado subjetivo. Los sesgos cognitivos pueden llevarnos a cometer errores, pero en términos generales nos sirven y ayudan en situaciones urgentes.

               De todas formas, somos nosotros mismos quienes asignamos un significado subjetivo a la situación en la que estamos, lo que determinará con qué conducta y estado de ánimo responderemos a dicho evento. Nuestra interpretación del mundo se ve reflejada en los esquemas mentales que vamos construyendo a lo largo de nuestra vida a partir de interacciones con otras personas, la cultura y las instituciones que nos rodean.

Un buen ejemplo de un sesgo cognitivo lo encontramos en los trastornos de ansiedad: supongamos que le tememos a las palomas, nos encontramos frente a una de ellas y nuestro cuerpo responde con tensión, palpitaciones, sudoración, entre otros. De cierta manera, entra en juego un sesgo cognitivo en esta situación, ya que la paloma en sí misma no constituye necesariamente un peligro, pero nuestra interpretación de la realidad nos dice que sí. El problema ya no sería tanto la paloma per se, sino la interpretación y los juicios que realizamos respecto a la paloma.

Los sesgos cognitivos no implican necesariamente un trastorno. De hecho, son parte del procesamiento cotidiano de nuestra mente. Se vuelven problemáticos cuando la respuesta ante una situación resulta desadaptativa. Estos sesgos pueden ser identificados y podemos trabajar sobre ellos, siendo la Terapia Cognitivo Conductual una gran herramienta para tratarlos.

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