Defectos de carácter

Una cualidad negativa que nos atraviesa a todos.

Forma de cabeza humana formada por hilos tensados

¡Lo aceptemos o no, todos tenemos defectos de carácter! Tal vez nos preguntemos, ¿acaso no hay nadie sano? ¿Por qué nos sucede esto?

Empecemos por el comienzo, los defectos y las virtudes son las caras de una misma moneda. Por ejemplo una persona perseverante, lo cual podríamos considerar una virtud, si se excede puede convertirse en una persona terca, la cual repite una y otra vez los mismos errores buscando resultados diferentes.

Otro ejemplo podría ser la consideración y la complacencia, entendiendo el primero como virtud y el segundo como defecto. Alguien considerado es servicial y empático con los otros, pero si se excede se convierte en una persona complaciente, la cual prioriza las necesidades de los demás antes que las propias, dejándose en un segundo lugar, dañando su propia auto-estima y generando inconscientemente resentimientos hacia el otro y por sobre todo hacia sí misma.

Como podemos ir viendo estas características tienen un común denominador, los límites, los cuales suelen ser muy finos y es difícil identificarlos y aceptar sin tener un entrenamiento cognitivo, pero si realmente queremos un cambio significativo en nuestras vidas es imperioso poder hacerlo.

Ahora bien, ¿por qué tenemos defectos de carácter? La respuesta es bastante sencilla, estos defectos en algún/algunos momentos de nuestro desarrollo nos fueron útiles y pudimos afrontar o atravesar situaciones difíciles gracias a ellos, por lo tanto nuestra mente los coloca como algo positivo.

El problema radica en que los seres humanos tendemos a generalizar y extrapolar nuestras defensas emocionales a situaciones en las cuales ya no son útiles. Tal vez en algún momento, al sentirnos dolidos por determinada situación respondimos desde la ira y dicha situación se “solucionó”; pero lo que luego ocurre es que nuestra memoria emocional aprendió que esa (la ira) es la forma de lidiar frente a situaciones similares y lo replicamos en otras áreas/contextos/personas que nada tienen que ver con esa situación fundante. Por esto podemos decir que los defectos generalmente fueron en un momento una virtud que posteriormente se generalizó y descompensó

En otras ocasiones es difícil identificar un defecto como tal ya que lo vemos como una virtud. Vamos a analizarlo con algunos ejemplos.

Alguien que agrada a los demás, aunque internamente no quiera hacerlo, no está tan mal visto, es una persona simpática que se lleva bien con todo el mundo. Pero si lo pusiéramos el “nombre correcto” podríamos decir que es una persona que búsqueda de aprobación de los demás, que es manipuladora o deshonestidad.

Otro ejemplo que es aquella gente que cuando observamos se ve tranquila, pero ¿conocemos su motivación? En muchas ocasiones la tranquilidad proviene del miedo de afrontar una situación, tal vez una discusión o un desacuerdo y en tal caso en vez de tranquilidad podríamos llamarlo postergación o evitación.

Identificar a los defectos por su nombre es el primer paso, la aceptación, pero si queremos una nueva calidad de vida no podemos quedarnos ahí, tenemos que ir por más. Ya que como dicen: “solo funciona si lo comprendemos y aplicamos”; entender que nos ocurre o de donde viene no va a generar un cambio, hay que ponerlo en marcha.

Pero desprenderse de algo doloroso puede resultar tan difícil como desprenderse de algo placentero. Pensemos que los defectos de carácter son rasgos que generalmente se forman en nuestra temprana edad y como dijimos solemos generalizarlos, por lo tanto los llevamos a nuestra adolescencia y vida adulta, esto implica que están grabados hace años en nuestro sistema neuronal y “modificar los circuitos” no es tarea sencilla; nuestro cerebro tendrá que aprender a realizar nuevos caminos eléctricos que transporten información o realizar ramificaciones para poder cambiar; y como dicen cambiar duele, pero puedo asegurarles que la libertad que obtendremos vale la pena!

Para concluir esta nota, me gustaría dejarles tres ejercicios para que podamos practicar en casa.

En primer lugar, tal como vimos es difícil identificar y llamar por su nombre a un defecto de carácter.

Es aquí donde podemos aplicar el principio de la humildad, preguntando a un tercero ¿qué defectos ve en mí? Y en esta parte me gustaría nos detuviéramos, ya que generalmente solemos defendernos de la opinión que nos den los demás, porque como dijimos es algo que tenemos arraigado hace mucho tiempo y tendemos a “defendernos”.

Solemos desacreditar o mostrar nuestro descontento con las respuestas del otro, puede ocurrirnos internamente o explícitamente, solemos responder o justificarnos, ya que nos han tocado una fibra emocional. Por ello recomiendo aplicar el principio de la receptividad, en otras palabras, escuchar sin responder ni interna ni externamente nada, dejar pasar de 2 a 4 días, que es el periodo refractario de una emoción normal y luego hacer un análisis de lo que nos dijeron.

Los otros dos ejercicios podemos practicarlos únicamente luego de haber aceptado el defecto; por un lado podemos intentar imaginar ¿cómo sería nuestra vida sin el defecto de carácter? y la otra pregunta que podemos hacernos es ¿cómo daña el defecto a los demás?

¡Anímate a crecer!

Una mejor calidad de vida es posible.

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