Estudio y expectativas del entorno: ¿cómo me afectan?

Las expectativas de los demás respecto de nuestro rendimiento en la universidad pueden originar un gran malestar si no sabemos cómo lidiar con ellas.

Cuando los demás esperan algo respecto de nuestros logros académicos y no lo conseguimos, por lo general percibimos esas situaciones como una amenaza a nuestra imagen.

“Si fallo en el examen, los demás van a pensar que no soy lo suficientemente inteligente para esta carrera”

Asimismo, puede aparecer el miedo a la pérdida del afecto o del respeto de los otros lo que provoca emociones tales como vergüenza o culpa por no haber logrado satisfacer esas expectativas.

Esas emociones suelen presentarse asociadas a la anticipación de presuntos juicios negativos del otro que, como fantasmas,  aparecen en nuestra cabeza una y otra vez.

“Si le digo que me fue mal, seguro va a pensar que es porque no estudié lo suficiente”

A todo este malestar se agrega, en general, una severa autoevaluación interna autocrítica.

¿Cómo afectan concretamente en nuestro desempeño como estudiantes estas expectativas del entorno?

 
 

La presión percibida y el rendimiento académico

Las expectativas de los demás respecto de nuestro desempeño como estudiantes pueden tener una marcada influencia sobre el rendimiento académico ya que interfieren en nuestro proceso de aprendizaje.

Emociones como la inseguridad, la vergüenza, la desesperanza, la impaciencia, el desaliento, o la culpa pueden aparecer como consecuencia de percibir que no cumplimos con los mandatos o las expectativas que los demás presuntamente depositan en nosotros.

Estas emociones tienen una influencia directa sobre el comportamiento del alumno en las situaciones de aprendizaje y en su capacidad para aprender. El alumno se concentra en la amenaza que representa fallar ante las demandas del entorno. Esto puede propiciar un bloqueo en el proceso de aprendizaje. La capacidad de razonar del alumno, la toma de decisiones y la actitud para aprender quedan limitadas al estar focalizado en lo que siente y lo que piensa producto de la presión que percibe. Asimismo, los procesos de almacenaje y recuperación de los contenidos académicos (memoria) pueden verse afectados por estas emociones.

 

Fantasmas acerca del juicio del otro

Cuando sentimos que no podemos cumplir con las metas de logro esperadas, anticipamos posibles rechazos de quienes se espera reconocimiento (familia, compañeros, pareja)

“Mejor no cuento que voy a rendir así no me preguntan cómo me fue”

Ante la posibilidad de un eventual resultado negativo, evito contar que voy a rendir. Me callo para protegerme.

Estimamos que los demás emitirán juicios negativos respecto de nuestra conducta, nuestro desempeño, o nuestras cualidades como alumno.

“¿Cuándo te recibís?”

Este tipo de preguntas dispara la vergüenza, como si el hecho de que no tener una fecha cercana significara que no estamos manejando adecuadamente nuestros estudios. El tema en sí mismo nos hace sentir en falta y a veces se vive con vergüenza, casi como una estigmatización. “Si no me recibo a determinada edad, no  seré tan bueno como los demás

 

Padres bienintencionados

 “Mis padres quieren que sea exitosa y voy a conseguirlo para que me quieran y me acepten.”

Cuando está vigente el ideal de la perfección como valor familiar, si los hijos abandonan una materia o cambian de carrera, esto puede ser interpretado como que ellos están desperdiciando su talento o no se están esforzando lo suficiente.

En estos casos, cabe traer a colación el concepto de “perfeccionismo prescripto socialmente” en el que opera la necesidad de cumplir con las expectativas prescriptas por otros, la percepción de que los demás tienen altas expectativas con respecto a uno y la necesidad de cumplir con esas expectativas para lograr la aceptación y la aprobación. [1]

Generalmente bien intencionados, los padres tratan de que sus hijos no se desvíen del camino de lo que para ellos es bueno y deseable. Sin embargo, los hijos pueden percibirlo como una exigencia, y sentirse abrumados por el peso de las expectativas parentales.

Cabe destacar que los padres no siempre son exigentes explícitamente a través de la emisión de algún comentario o juicio de valor. Basta que exista un modelo de exigencia consigo mismos para que los hijos se sientan presionados por esa imagen. Sin siquiera abrir la boca.

A veces se trata de una exigencia explícita (“Tendrías que estudiar más horas”) Se trata de padres convencidos de que con exigencia los hijos van a rendir más, y temen que, si retiran la exigencia, los hijos se van a relajar en materia de estudios obteniendo peores resultados.

Por otro lado, con el objetivo de alentarlos o animarlos, se dicen frases como:

“Pero si vos podes”

 “Si sos muy inteligente. ¡No te puede ir mal!”

Estas frases pueden funcionar como una “dulce presión”. El alumno siente que “de verdad” no puede, por lo que nuevamente se siente presionado a no defraudar a los demás. “Tengo que poder”.

La presión percibida eleva la ansiedad y, en esas circunstancias, probablemente se evite presentarse a un examen o se oculte que se presentará al mismo como forma de defensa.

Ya vimos que las expectativas ajenas por las metas académicas desatan emociones que interfieren en el proceso de aprendizaje, por lo que la presión percibida por alcanzarlas produce un efecto claramente contraproducente en los resultados académicos.

 

El sistema de cuentas familiares

Para ser un miembro leal de un grupo, en especial de una familia, uno tiene que interiorizar las esperanzas, las demandas, las expectativas de ese grupo. La incapacidad para cumplir con esos mandatos interiorizados, con esas obligaciones familiares, genera sentimientos de culpa. [2]

A veces dependemos de otros para poder estudiar. Nuestros padres o algún miembro de la familia nos mantienen sin necesidad de trabajar mientras estudiamos, alquilan un departamento en la ciudad donde estudiemos, o nos pagan la facultad, los materiales de estudios o el posgrado. A veces, también nos ofrecen abrirnos las puertas del mundo laboral a través de contactos o prometen dejarnos el negocio familiar si estudiamos determinada carrera.

Estas situaciones pueden percibirse como una deuda familiar que se debe pagar y, entonces,  no se les puede fallar. No se puede reprobar materias y debemos recibirnos en los tiempos esperados.

Así, muchas veces estudiamos por otros, para no decepcionar a quienes nos sostienen económicamente en este momento de nuestra vida.

 

¿Cómo hacer para evitar que las expectativas de los demás afecten nuestro rendimiento académico?

Aprender a gestionar las expectativas ajenas, no es sencillo. Como cualquier cambio en la forma de afrontar aquello que nos afecta requiere tiempo, paciencia y práctica.

Es importante convencernos de que, si las expectativas ajenas tienen un costo emocional para nosotros, sería saludable aprender paulatinamente a generar cambios en nuestras formas de pensar y en nuestras creencias hasta conseguir que las expectativas ajenas pesen cada vez menos.

  • En este sentido un acompañamiento psicológico puede ayudarte a:
  • Trabajar en la autonomía.
  • Recuperar el placer de aprender para nosotros mismos.
  • Aceptar que el otro probablemente no pueda (o no quiera) abandonar sus expectativas.
  • Ejercitarse en levantar las defensas frente a la presión del entorno


[1] Fernández Álvarez, Héctor y Bogiaizian, Daniel,  El Miedo  los Otros, Lumen, 2008

[2] Ivan Borszormenyi Nagy y Spark Geraldine, Lealtades Invisibles, Amorrortu, 2012

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